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HISTORIA del REINO de ESPAÑA.

 

Cristóbal Colón tomando posesión de los territorios del Nuevo Mundo.

La historia de España es la propia de una nación europea, abarcando tanto el periodo comprendido desde la prehistoria y la creación de la Hispania romana, pasando por la Hispania visigoda, Al-Ándalus, los reinos cristianos, la Monarquía Hispánica y la formación y caída del imperio español, hasta la formación del moderno Estado-nación y la instauración del actual Reino Constitucional español.

ÍNDICE:

Introducción

Los primeros humanos llegaron al territorio de la actual España hace 1 200 000 años. Durante los milenios siguientes el territorio fue invadido y colonizado por celtas (aunque se baraja la posibilidad de que éstos se tratasen de un pueblo autóctono de la Península), fenicios, cartagineses, griegos y hacia el 200 a. C. la mayor parte de la Península comenzó a formar parte del Imperio romano. Tras la caída de Roma, se estableció el Reino visigodo. Dicho reino se inició en el siglo V y se mantuvo hasta comienzos del siglo VIII. En el año 711 se produjo la primera invasión musulmana desde el Norte de África; en pocos años el Islam dominaba gran parte de la Península Ibérica. Durante los 750 años siguientes, se establecieron reinos moros independientes, aunque el área dominada por los musulmanes era conocida con el nombre global de al-Ándalus. Mientras gran parte del resto de Europa permanecía en la Edad Oscura, al-Ándalus florecía cultural, científica y artísticamente.

De modo simultáneo se produjo la Reconquista, por la que los primeros reinos cristianos de lo que se acabaría convirtiendo en España buscaron arrebatar el territorio a los musulmanes. Comenzada aproximadamente en 722 con la rebelión de Don Pelayo y partiendo desde el Norte, avanzó durante los siglos VIII a XV culminando con la conquista de Granada en 1492. Durante este periodo los reinos y principados cristianos se desarrollaron notablemente; gradualmente en un proceso de concentración, la unión de los dos más importantes, Castilla y Aragón, por el matrimonio en 1469 de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón) posibilitaría la formación del Reino de España.

En 1492 los Reyes Católicos financiaron el proyecto del explorador Cristóbal Colón de buscar una nueva ruta comercial con Asia a través del océano Atlántico. Su llegada al Nuevo Mundo y la consecuente conquista de América llevaron a la creación del Imperio español. Durante los siguientes siglos España se alzó como actor central de los asuntos europeos y mundiales. Durante los siglos XVI y XVII tendría lugar también la época de apogeo de la cultura española conocida como Siglo de Oro. Sin embargo, durante este periodo se produce también la expulsión de los judíos y musulmanes (en 1492) y se establace la Inquisición, que posteriormente gozará de un gran poder.

El imperio colonial, cuyos últimos restos España mantuvo bajo su control hasta finales del s. XIX, incluía América del Sur (con la excepción de la zona bajo dominio portugués), grandes zonas de América del Norte en diverso grado de influencia o control, las islas Filipinas en Asia, así como enclaves de diversa importancia en las costas en África. Incluía además numerosas posesiones en Europa (los Países Bajos españoles, el Ducado de Milán, el Reino de Nápoles o el propio Reino de Portugal hasta 1640), la mayoría de ellas perdidas tras la paz de Utrecht de 1713.

España mantuvo durante este período diversos enfrentamientos con sus vecinos de la Europa continental, especialmente con Inglaterra (incluyendo el fracaso de la conocida como Armada Invencible) y Francia. Con la muerte de Carlos II en 1700, la casa de Austria se extinguió para dejar paso a la de los Borbones tras la Guerra de Sucesión. España fue perdiendo progresivamente su preponderancia militar y tras sucesivas bancarrotas el país redujo paulatinamente su poder; a finales del siglo XVIII ya se había convertido en una potencia de segundo orden.

El tres de mayo de 1808 en Madrid, pintura de Goya, mostrando los fusilamientos de la resistencia española a manos de las tropas de Napoleón.

La Francia de Napoleón invade la Península; meses después, el 2 de mayo de 1808, se inició la sublevación popular que desembocaría en la Guerra de la Independencia española, clave para la concepción misma de la nación. Durante la guerra y tras la expulsión de los franceses en 1814, España sufrió la progresiva desintegración de la mayoría de su imperio americano. El siglo continuó caracterizándose en la metrópoli por la inestabilidad política y la puja entre liberales, republicanos y partidarios del Antiguo Régimen. Entre 1873 y 1874 tuvo lugar la I República. La llegada de la Revolución industrial a finales del siglo elevó el nivel de vida de una clase media que empezaba a ampliarse en algunos núcleos principales; sin embargo la Guerra hispano-estadounidense de 1898 (conocida como el Desastre del 98), con la pérdida de la mayoría de los restos del imperio, supuso un profundo choque en la sociedad española.

Mientras el nivel de vida crecía (en parte por la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial) y la integración con el resto de Europa progresaba, la inestabilidad política marcaba el primer tercio del siglo XX. Tras la salida del país de Alfonso XIII, en 1931 se proclamaría la II República, que acabaría en 1936 con un golpe de estado militar y la subsiguiente guerra civil, que se saldaría en 1939 con la victoria del bando acaudillado por el General Franco. Desde entonces el país se sumergió en la dictadura franquista, que se mantuvo hasta la muerte del dictador en 1975.

España fue oficialmente neutral durante la Segunda Guerra Mundial; a las décadas de posguerra, marcadas por la pobreza y la represión política, siguió un importante crecimiento económico durante las décadas de los 60 y los 70, en un país que permanecía cultural y políticamente reprimido. Tras la muerte de Franco y la aprobación de la Constitución de 1978, en el transcurso de la conocida como Transición comenzó una transformación gradual del país hacia la consolidación de la actual democracia (cuyo Jefe de Estado es el rey Juan Carlos I), con un desarrollo económico paralelo que la ha colocado de nuevo entre los países más desarrollados del mundo (España fue el 12º país del mundo por PIB en 2010 según el FMI).

España ingresó en la Comunidad Económica Europea (actual UE) en 1986 bajo el gobierno socialista de Felipe González. Se Organizaron la Copa Mundial de Fútbol de 1982 y los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. En 2002, bajo el gobierno conservador de José María Aznar se adoptaba el euro como moneda oficial. En 2005, con de nuevo los socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero en el poder, España se convirtió en la primera nación del mundo en permitir el matrimonio y derecho de adopción a las parejas del mismo sexo. En 2011 los conservadores de Mariano Rajoy volvieron a obtener el poder.

Prehistoria

Hembra de Homo antecessor.

La historia de la presencia humana en la Península Ibérica se remonta a hace 1,3 o 1,2 millones de años, como queda reflejado por la mandíbula encontrada en la Sima del Elefante, uno de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Corresponde a un Homo aún por determinar, próximo a los más primitivos Homo africanos y al hombre de Dmanisi pero con algunas caracerísticas derivadas propias.[1] [2] De esta edad sería también el yacimiento con industria lítica Pre-Achelense de Fuente Nueva 3, en la cuenca de Guadix-Baza, en Granada.[3]

De hace unos 800 000 años datan los restos humanos descubriertos en el yacimiento de la Gran Dolina, también en Atapuerca (Burgos) y a los que se les ha bautizado como Homo antecessor.[4]

No vuelven a encontrarse indicios de ocupación humana en la península hasta hace unos 500 000 a 350 000 años, cuando los Homo heidelbergensis, probables ancestros del hombre de Neanderthal, se distribuyen por una buena parte de Europa. A esta especie pertenece la ingente cantidad de restos humanos hallados en la Sima de los Huesos de Atapuerca, yacimiento que ha proporcionado, entre otros muchos restos, varios cráneos muy bien conservados.[5] Son numerosos los yacimientos con industria lítica Achelense de esta época en la península, como los de Torralba y Ambrona en Soria o los de las terrazas del Manzanares en Madrid.

Mucho más reciente es la presencia del hombre de Neanderthal con su cultura Musteriense, datando en unos 60 000 años sus primeros restos en Gibraltar. En la Cueva de Nerja (Málaga), se han datado en 42 000 años de antigüedad algunos restos orgánicos asociados a unas pinturas de focas que podrían ser la primera obra de arte conocida de la historia de la humanidad.[6]

Los primeros Homo sapiens, el hombre «moderno», aparecen hace unos 35 000 años, manifestados por los restos de la cultura Gravetiense hallados en Cantabria.[7] Cohabitan la península durante varios millares de años con los neandertales, hasta la extinción de las últimas poblaciones de neandertales en el sur hace unos 27 000 años.[8] Las especies humanas anteriores se extinguieron, por lo que hay que considerar estos asentamientos como el origen del sustrato preindoeuropeo.

Durante el Paleolítico superior, hace unos 16 000 años, la cultura Magdaleniense estaba presente en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, cuya aportación más notable lo representan las pinturas rupestres de las Cuevas de Altamira. Al Paleolítico Medio pertenecen las pinturas rupestres encontradas en la zona mediterránea de la península, fundamentalmente en lo que hoy es la provincia de Castellón.

Hacia el 5500 a. C. aparece en la península la cultura campaniforme o más exactamente cultura del vaso campaniforme. En torno al 3700 a. C. aparecen la cultura megalítica y la agricultura, y se reduce la actividad errante de las tribus.

Para la aparición de culturas que usan los metales debemos esperar en torno al año 3000 a 2500 a. C. Su distribución geográfica es mayor y se considera que la búsqueda de los metales trajo flujos migratorios importantes, destacando Los Millares en Almería, con una gran fortificación, y en el curso del río Tajo en la zona portuguesa actual.

Llegada de distintos pueblos

Tumba íbera de Azaila.

Los celtas llegan a la península en el primer milenio antes de Cristo, ocupando lo que hoy es Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, norte de Castilla y buena parte de Portugal. No obstante, recientes estudios de la Universidad de Oxford desvelan, realizados sobre ciudadanos españoles, británicos e irlandeses, señalan que los celtas podrían tratarse de una civilización autóctona del norte de la Península.[9] De ser esto cierto, se habrían expandido por todos los territorios que tradicionalmente están asociados con los pueblos celtas partiendo de la Península Ibérica.

La costa peninsular oriental fue colonizada primero por los fenicios. Aproximadamente hacia el 1104 a. C. fundan Gadir (Cádiz)[10] [11] [12] y un poco más tarde, en el 700 a. C. Malaca (Málaga) y Abdera (Adra, en la actual provincia de Almería), llenando la costa mediterránea de factorías.

Los griegos se instalan más al norte de la costa, en Rhodes (Rosas) y Emporion (Ampurias), en la actual zona de Cataluña, encontrando a los iberos y dando las primeras referencias de este pueblo. También fundan la ciudad Akra Leuké (Alicante). Es posible que los primeros griegos hubieran tenido estrechos contactos con el reino occidental de Tartessos (fueron lazos tan fuertes que cuando los griegos fueron derrotados en la batalla de Alalia, Tartessos tocó a su fin), que abarcaba grosso modo el actual este de Andalucía y un trozo del sur de Portugal. Argantonio, último rey de Tartessos, les hubiera dado dinero y la posibilidad de protegerse dentro de las murallas de su reino de los ataques persas. Una vez allí, los griegos fundan la colonia Mainake (Málaga).

Es el momento en el que aparece Tartesos como civilización en el valle del Guadalquivir. Los datos históricos aportados por los griegos nos hablan de dos culturas presentes: celtas e iberos, unos al norte y otros al sur. Junto a estos convivían en la península los celtíberos en la zona central de la Meseta, con pueblos como Numancia, lusitanos, galaicos, astures, cántabros y vascones. La denominada civilización ibérica tuvo su origen, según la mayoría de los autores, en una mezcla de las aportaciones indoeuropeas de los celtas, de los pueblos íberos autóctonos, de la presencia púnica y griega y de los inicios de la romanización.

Conquista cartaginesa

En el siglo III a. C., los cartaginenses inician en la Península Ibérica un proyecto imperialista mediterráneo, en el que fundan Qart Hadasht (Cartagena), que se convierte rápidamente en una importante base naval. Este proyecto nace en Cartagena debido al interés por controlar la riqueza generada por las minas de plata de Cartagena.[13] Esto último se desprende de las palabras del arqueólogo Adolf Schulten.

Con la plata de las minas de Cartagena pagaron ellos sus mercenarios, y, cuando por la toma de ésta en 209 a.C. Carthago perdió estos tesoros, Aníbal ya no fue capaz de resistir a los romanos, de manera que la toma de Cartagena decidió también la guerra de Aníbal.

Schulten A. Fontes Hispaniae Antiquae

Cartago y Roma entrarán finalmente en una serie de guerras (Guerras Púnicas) por la hegemonía en el Mediterráneo occidental. Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago intenta resarcirse de sus pérdidas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, incrementando su dominio en Iberia.

Amílcar Barca, Aníbal y otros generales cartagineses sitúan las antiguas colonias fenicias de Andalucía y el Levante bajo su control y proceden después a la conquista o extensión de su área de influencia sobre los pueblos indígenas. A finales del siglo III a. C., la mayor parte de las ciudades y pueblos al sur de los ríos Duero y Ebro, así como las islas Baleares, reconocen el dominio cartaginés.

En el año 219 a. C. se produce la ofensiva de Aníbal contra Roma, tomando la Península Ibérica como base de operaciones e incluyendo un gran porcentaje de hispanos en su ejército.

Es en este proceso cuando intentarán someter a la colonia griega de Sagunto, situada al sur de la frontera pactada del Ebro pero aliada de Roma, dando lugar a la Segunda Guerra Púnica, que culminará con la incorporación de la parte civilizada (íbera) de la península a la República Romana.

Hispania romana (206 a. C.-siglo V)

Tras la Segunda Guerra Púnica entre el 218 a. C. y el 201 a. C., se puede considerar la Península Ibérica sometida al poder de Roma. La campaña de ocupación, tras la expulsión cartaginesa, fue rápida, excepto en el interior (Numancia) y el pueblo cántabro que resistió hasta la llegada de Augusto en los inicios del Imperio romano.

En el 197 a. C., los romanos dividen el territorio ibérico en dos zonas: la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior.

El sometimiento total de la península tiene lugar en el año 19 a. C. (tras finalizar las Guerras Cántabras), tras lo cual se divide en tres provincias: Bética, Tarraconense y Lusitania, organización que perduró hasta el Bajo Imperio, cuando el territorio se divide en Bética, Carthaginense, Gallaecia, Lusitania y Tarraconensis.

El proceso de romanización entendido como la incorporación de la lengua, las costumbres y la economía romana se inició aproximadamente hacia el 110 a. C. y duraría con toda su fuerza hasta mediados del siglo III.

Dicho proceso fue tan intenso que tres hispanos: Trajano, Adriano y Teodosio fueron emperadores de Roma, y personajes destacados como el filósofo Séneca o los poetas Marcial y Lucano también provenían de Hispania.

Las invasiones germánicas y el reino visigodo (siglo V-711)

La caída del Imperio romano

En la Península Ibérica, como en otras provincias, el Imperio cayó gradualmente, con los procesos casi simultáneos de la «desromanización» del Imperio romano en Hispania, es decir, una debilitación de la autoridad central en los siglos III, IV, y V, y de la «romanización» de las tribus germánicas, por ejemplo, la adopción de la ley romana que es evidente en la Lex Gothorum (Ley de los godos), la conversión al cristianismo, y la afinidad que algunos reyes tenían por el latín, hasta componer poesía en esta lengua.

A pesar de todo esto, entre los siglos VI y VII y gracias a la búsqueda de Justiniano I el Grande de restablecer el poder del Imperio romano de occidente hizo que se establecise en la franja meridional de la Península Ibérica la Provincia de Spania. Este territorio bizantino fué arrebatado al Reino visigodo y había pertenecido al desaparecido Reino vándalo. Su capital se estableció en Carthago Spartaria, actual Cartagena.

 

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